LA ELIMINACIÓN. Rithy Panh

En las páginas de este libro se recorre con el corazón en un puño el abismo del alma humana. La entrevista que el cineasta se decide a hacer a Duch, uno de los grandes protagonistas del genocidio perpetrado por los jemeres rojos camboyanos entre 1975 y 1979, se mezcla con las experiencias que el propio Panh tuvo a lo largo de esos años como víctima de esa locura. Se trasluce en sus palabras la huella profunda y amarga de la tragedia personal, familiar y social que vivió en primera persona y es difícil no conmoverse ante la ciega búsqueda de supervivencia o la desesperada renuncia a seguir buscándola. Y frente a la víctima, el verdugo. Duch como ejemplo de todos ellos, aun con el matiz intelectual del que otro “arrancado con quince años de las montañas del norte”, tal vez careciera. Pero al autor/víctima no le sirve la excusa del miedo, del terror del verdugo: “el torturador puede tener miedo, pero tiene elección. El prisionero solo tiene miedo”.



La sinrazón del que impone, maltrata, amordaza, mata, viola; la vulnerabilidad de todos los demás que la sufren; la convicción de que todos podemos llegar a ser víctimas de esta enajenación, o tal vez verdugos de la misma. Panh acusa sin ambages al individuo, obvia la culpabilidad colectiva. No hay nada en este libro que palíe, que tranquilice el ánimo del que lee. No hay excusas, nada a lo que aferrarse para justificar nuestros actos.  



La frialdad calculada del genocidio Camboyano podría servir para cualquier otro. Para quien haya leído a Primo Levi, es mucho lo que ya sabíamos a este respecto. La lectura de La eliminación es tan necesaria como la trilogía del judío italiano. Necesita el hombre saber hasta dónde es capaz de llegar, para que abra el camino a la reflexión: cuáles son los límites de nuestras ideas y cuáles los de nuestros actos.


Gracia María Sánchez Cobano