OCULTO SENDERO. Elena Fortún

Su título y su dedicatoria dicen todo lo que callan: “a todos los que equivocaron su camino... y aún están a tiempo de rectificar”. Porque así es esta obra: dice cuanto estalla en el corazón de una vida desdichada y calla, pues fue firmada con seudónimo y la célebre autora de Celia quiso esconderla e incluso hacerla desaparecer. Esta es una de las claves que nos da sobre la novela de Elena Fortúm la magnífica introducción a la primera edición de Oculto sendero.


Con rasgos autobiográficos la obra nos acerca la difícil situación de la mujer homosexual y creadora en las primeras décadas del siglo XX.Desde la niñez a la vida adulta, recorre la protagonista una existencia de confusión y apariencias; de negación de la propia identidad y lucha por reivindicarla; el no entenderse a sí misma al principio; el descubrimiento progresivo del misterio; las vacilaciones entre la aceptación y el rechazo de los propios deseos...Y por supuesto en todo ello una sociedad oprimente que sitúa a la mujer en la trastienda de la vida, alejada de cualquier realización personal, sometida a la vida familiar de hijos y marido. La creación artística es tratada también en la obra como un modo de liberación igualmente complejo para la mujer. La protagonista ve en la pintura una manera de entenderse y completarse, y peleará por hacerle un hueco en su vida. Su miedo, incluso a veces su sometimiento, la hacen tan de verdad, que conmueve y la convierten en una heroína de carne y hueso.



La prosa sencilla, directa y profunda de la autora nos deja desde el primer momento cosidos a la historia, pegados a ella de forma inevitable. Estremece sin alardes de dramatismo innecesario (Fortúm sabría que con contar la verdad ya sobraba). Leer este libro es entender con un escalofrío a cuántas vidas se llevaron, como arena en el viento, la ceguera de la intransigencia y los tabúes, los prejuicios, los paradigmas de normalidad establecidos por quienes se consideran avenidos a las leyes de la naturaleza. Llegué a sus últimas páginas con lágrimas en los ojos por todas ellas. 

Gracia María Sánchez Cobano