No es una novela, ni tiene forma ni espíritu de ensayo. Es el testimonio de las mujeres que
combatieron en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Son literalmente sus
palabras, sin recreaciones ni intermediarios. La autora, premio Nobel de Literatura en 2015, se
limita a reflexionar de vez en cuando sobre la tarea que llevó a cabo al escribir este libro, las
impresiones que le produjeron las mujeres con las que se entrevistó, la huella que todo ello le ha
dejado. Con increíble maestría hila todas esas historias, unidas por el mismo horror y la misma
miseria. Y por supuesto por su condición de mujeres.
Muchas de ellas partieron a la guerra voluntariamente y de manera entusiasta. Deseaban con
fervor defender a su patria, luchar en primera línea por lo que creían que merecía la pena. Pero
después, balas, sangre, cansancio, hambre, frío, muerte...y (¿de qué otra manera podría ser?) la
discriminación por ser mujeres. Momentos heroicos y otros de un patetismo y una barbarie
escalofriantes.
Y eran mujeres. Ya durante la guerra algunas de ellas vivieron el estigma de la que se atreve
a estar donde no le corresponde. A otras, sin embargo, en mitad de la desgracia sus compañeros
hombres las respetaban y consideraban. De todo hubo, pero lo que a todas las unió fue el desprecio
que sufrieron una vez acabada la guerra. Miradas casi como prostitutas por las mujeres que no
acudieron al frente, y despreciadas por los hombres junto a los que lucharon, la mayoría negaron su
memoria, callaron, escondieron las cicatrices de la carne y del alma. La autora las ha hecho
recordar, hablar, destapar las heridas, para que el lector se estremezca ante tanta desnudez, ante la
crudeza de la vida de casi un millón de mujeres en el frente.
Leer este libro es adentrarte en las tinieblas de las situaciones extremas, en los límites
borrosos del bien y del mal, en sufrimientos inimaginables, aunque las voces femeninas que lo
narran introducen a veces luces imprevistas entre las sombras. Cada una cuenta a su manera, pero
con una sinceridad tan grande, que rozan con naturalidad el genio de los grandes narradores.
Gracia María Sánchez Cobano