NADIE ES NEUTRAL EN UN TREN EN MARCHA. Howard Zinn

¿Se puede sentir nostalgia de lo que nunca se conoció, de lo que jamás se ha vivido? Es que no sé poner otro nombre a lo que esta lectura me produjo.

Estados Unidos, años 60: la lucha por la igualdad racial se traslada a la calle y el autor participa activamente en ella. Antes nos ha contado sus orígenes humildes, hijo de unos emigrantes del este de Europa; su primera juventud en la que conoció el trabajo duro del obrero; después su participación entusiasta en la segunda guerra mundial subido a un bombardero. Y a partir de aquí lo más fascinante: la sorprendente evolución personal de Howard Zinn. Me resulta reconfortante comprobar cómo tenemos la capacidad de desarrollarnos, de cambiar, de descartar actitudes, cambiarlas, mejorar en definitiva. Estudió con una beca en la universidad y consiguió convertirse en un reputado profesor y en un activista de la paz y la justicia social. Su lucidez intelectual le llevó a analizar con detenimiento lo que los gobiernos y poderosos presentan como necesidad inevitable, las mentiras que utilizan para convencer y manipular. Llegó a ser un brillante escritor y conferenciante que defendió la desobediencia al poder, a la imposición, a la guerra y al imperialismo.

Nadie es neutral está escrito en primera persona, pero la humildad del autor lo convierte en una obra coral: muchos nombres aparecen en sus páginas, tantos que a veces resulta un poco abrumador. Algunos son de personajes de resonancia internacional y otros (los que me producen más ternura) de personajes anónimos capaces de estremecedores gestos de generosidad y heroísmo en defensa de lo que es justo.

La descripción de ese ambiente de lucha, de entrega a una causa, es lo que más me ha conmovido y es lo que me ha producido esa especie de nostalgia, que contraviene su definición en el diccionario. En estos tiempos en los que perdemos a una velocidad de vértigo garantías sociales que han costado tantos años, tanto sufrimiento conseguir, me gustaría abrir de nuevo este libro y que, como por arte de magia, esa fuerza, esa unión ante las adversidades, esa lucha casi inconsciente del peligro que describen sus páginas nos invadieran, se expandieran, impregnaran nuestras mentes y nuestras vidas; y que de repente comprendiéramos que la lucha pacífica es el único camino, que son los pequeños gestos los que provocan los grandes cambios, que tenemos en nuestras modestas manos construir un mundo mejor y más justo. Pero para ello hay que ser cualquier cosa menos impasible, indiferente ante la injusticia ejercida contra nosotros mismos y también contra los demás (el bienestar social no es posible, si no llega a todos sin excepción). Gran verdad la de su título, que, tal vez sin pretenderlo, se puede entender casi como la moraleja de este gran libro.

NOSTALGIA: Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.



Gracia Mª Sánchez Cobano